La inestabilidad latente de los mercados de hoy está llevando a que las organizaciones se enfrenten a un contexto social cada vez más exigente y cambiante en relación a sus consumidores. Este oscilante proceso por el que están cruzando ha generado un desequilibrio entre los intereses de cada parte, originando como consecuencia la desconfianza de los consumidores.
Pero es precisamente la confianza el pilar que constituye la base de los “negocios honestos”. Tomar acciones en torno a la ética -no hacer con mi cliente lo que no me gustaría que hicieran conmigo-, es una excelente estrategia para demostrar que su organización actúa bajo los cánones de la honestidad y la transparencia, favoreciendo así la construcción de una relación de lealtad con el cliente.
Sin embargo, si se logra comprender que en base a la confianza se podrá recuperar la relación con los consumidores, también se dimensionará que ellos prefieren las organizaciones que desarrollan políticas más humanas y éticas en relación con sus realidades. Aquellas organizaciones que cumplen con estos estándares poseen pilares con los que alcanzan la confianza de las personas.
La baja confianza de los consumidores sobre las empresas no solo influye en la relación de compra, también ha golpeado a los clientes en su preocupación por la protección de sus datos personales. Esto ha llegado a tal nivel que 2 de cada 3 personas manifiestan desconocer cómo las empresas usan su información personal y desconfiar respecto a que usen su información de forma adecuada.
En este contexto, la Experiencia al Cliente se ha vuelto un activo fundamental para las empresas. Esta es mucho más que un simple servicio al consumidor, implica transmitir comprensión hacia los consumidores en su calidad de personas y articular un plan que permita la entrega de un servicio excepcional. Una vez desbloqueado este logro, los clientes comienzan a sentir a la empresa como cercana a su realidad. ¿Es honesto con sus clientes?