Las reglas del juego del marketing y las ventas han sido reescritas por las nuevas generaciones. Millennials y Centennials, irrumpen con nuevos estilos, desafíos y demandas, donde la capacidad para adaptarse se convierte en un activo crucial, la omnicanalidad y las interacciones inteligentes han desacelerado de forma dramática la efectividad de las estrategias tradicionales.
Ante la creciente competencia, caracterizada por startups 100% digitales que desafían el statu quo, las compañías se enfrentan a la necesidad imperiosa de no solo adquirir, sino también de retener a sus clientes. Es en este contexto que surge la imperiosa necesidad de vincular métricas claves que nos permitan diseñar y gestionar experiencias que trascienden a la mera transacción comercial, desde el NPS hasta el CLV y cómo estos se integran con la estrategia empresarial.
En este panorama desafiante, las organizaciones deben armarse con técnicas y herramientas que les permitan no solo sobrevivir, sino también prosperar.
La gestión efectiva del cliente se convierte en un arte, donde los programas de relacionamiento no son solo transacciones, sino creadores de efectos positivos. Diseñar estrategias relacionales que impacten positivamente en los resultados de la organización se convierte en el catalizador para el éxito en esta nueva era digital.
En última instancia, la capacidad para adaptarse y evolucionar se erige como el pilar fundamental sobre el cual se construyen las relaciones significativas y duraderas en el cambiante paisaje empresarial en el que nos desafiamos. ¿Cuál es tu capacidad para adaptarse a la velocidad de los cambios?