La reciente aprobación de la Ley de Protección de Datos Personales en la Cámara de Diputados de Chile marca un hito significativo en el ámbito regulatorio y plantea desafíos cruciales para las empresas. En un mundo donde los datos se han convertido en un activo estratégico, su manejo responsable y ético es más relevante que nunca. La nueva ley no solo exige un cumplimiento normativo, sino que abre la puerta a oportunidades competitivas a través de la autorregulación y la transparencia en la gestión de la información personal de los ciudadanos y clientes.
Según el estudio “El Uso de Los Datos”, el 80,3% de las empresas consideran los datos como “importantes” o “críticos” para su operación, un aumento significativo respecto al 71,9% en 2021. Este incremento refleja la creciente dependencia de los datos para la innovación, la personalización de servicios y el crecimiento económico. Sin embargo, este valor intrínseco de los datos debe equilibrarse cuidadosamente con la privacidad de las personas. Más aún, considerando este cambio normativo, donde las multas pueden alcanzar hasta el 4% de los ingresos anuales. La pregunta es, ¿por dónde comenzamos?
La encrucijada más grande para las empresas en el contexto actual es cómo equilibrar el valor económico de los datos con el respeto a la privacidad individual. Con consumidores cada vez más conscientes de su huella digital y reguladores endureciendo las normas de protección, las organizaciones deben adoptar una postura proactiva. Esto significa construir ventajas competitivas no solo a través del uso eficiente de los datos, sino también garantizando que su manejo sea transparente, seguro y respetuoso con los derechos de los consumidores.
Para las empresas que aún no han comenzado su camino hacia la conformidad con la nueva ley, el tiempo para actuar es ahora. El primer paso es diseñar modelos de prevención de infracciones en el tratamiento de datos personales. Estos modelos deben basarse en una doble estrategia: preventiva y reactiva. La prevención se enfoca en mitigar los riesgos mediante políticas claras y formación continua, mientras que la reacción se basa en sistemas de contingencia que permitan responder rápidamente a posibles incidentes de seguridad.
Uno de los mayores retos en este nuevo escenario –y quizá el más fácil de comprender–, es realizar campañas de marketing que sean efectivas sin comprometer la privacidad de los datos. La clave está en respetar el derecho de los consumidores a la desuscripción y en medir el impacto de las decisiones de opt-out. Preservar el opt-in y recuperar suscripciones perdidas son fundamentales para mantener una base de datos activa y comprometida, todo mientras se asegura el cumplimiento con las nuevas regulaciones, que por cierto tienen una vacancia legal de dos años.
Para proteger la privacidad en las campañas de marketing, las empresas deben invertir en herramientas que aseguren la integridad de los datos. La implementación de prácticas basadas en datos (Data-Driven) y almacenes centralizados bajo una estrategia de gobierno de datos puede ofrecer una solución robusta para manejar grandes volúmenes de información sin comprometer la privacidad. Los Data Clean Rooms, por ejemplo, se presentan como una solución emergente. Estas plataformas permiten a las empresas compartir y analizar datos de manera segura, sin exponer información personal. La encriptación y anonimización de datos en estos entornos garantizan el cumplimiento de las regulaciones más estrictas, proporcionando un marco confiable para manejar grandes volúmenes de datos sin infringir la privacidad.
En este espacio, invito a los líderes empresariales a ver la aprobación de la Ley de Protección de Datos Personales en Chile como un desafío, pero también como una gran oportunidad. Las empresas que adopten un enfoque proactivo, combinando cumplimiento normativo con estrategias de autorregulación y transparencia, no solo se adaptarán a las nuevas exigencias, sino que fortalecerán su posición en un mercado cada vez más competitivo y consciente de la importancia de la privacidad.
